Morihiro Saito Sensei
Morihiro Saito nació el 31 de marzo de 1928 en una aldea, a poca distancia del dojo de Ueshiba. Siendo un joven japonés típico, admiraba a los grandes espadachines del Japón feudal como Matabe Goto y Jubei Yagyu.
Los jovenes antes y durante la Segunda Guerra Mundial, se avergonzaban de no saber un poco de judo o de kendo y estas artes se enseñan como parte del currículo escolar obligatorio.
El joven Saito opto por aprender kendo en la escuela. Más tarde, en la adolescencia, estudió Shito-ryu Karate en Tokio, donde él trabajaba. Su entrenamiento de karate en Tokio no duró mucho, porque se trasladó a la prefectura de Ibaraki, a trabajar en las líneas de ferrocarril de Japón. Saito decidió entonces aprender Judo porque sentía que si sabía tanto de Judo como de Karate no tendría nada que temer en una lucha.
Pero la idea de Morihiro Saito sobre artes marciales sufriría una gran transformación, causada por el encuentro fortuito con un anciano de barba blanca que, de acuerdo a los rumores locales, solía practicar un arte marcial misterioso. Muchos años después, Saito describe este primer encuentro con Morihei Ueshiba.
"Había un hombre viejo para hacer las técnicas de extraño en las montañas cerca de Iwama. Algunos decían que era judo o karate y un profesor de judo me dijo que su arte era" Ueshiba-ryu Judo ". Este lugar era aterrador y tenía miedo de ir allí. Tenía un sentimiento muy extraño en este lugar. Era intimidante, pero algunos de mis amigos y yo accedimos ir a ver. Sin embargo, ellos se sintieran intimidados y no volvieran más. Así que me fui solo.
Fue durante la temporada de calor, y llegué en la mañana. O’Sensei (literalmente "Gran Maestro", un término de respeto utilizado por aikidokas cuando se hace referencia al fundador) hacia su entrenamiento matinal. Minoru Mochizuki Sensei me llevó a donde estaba entrenando con algunos de sus estudiantes. Entré para dentro de lo que es hoy el quarto de seis tatami del dojo. Después de yo entrar entraran O’Sensei y Tadashi Abe. Sensei se sentó, me miró, sonrió y preguntó: "¿Para que quieres aprender el aikido?" Cuando le contesté que iba a saber si él me enseñaría, me preguntó: "¿Sabes lo que es el aikido?" No hay manera de que pudiera saber lo que el aikido era. Sensei continuó: "Yo te enseñaré a servir a la sociedad y las personas con este arte marcial."
No tenía ni idea de cómo un arte marcial pudiera servir a la sociedad y las personas. Yo sólo quería ser fuerte. Ahora entiendo, pero a la vez no tenía idea de quién estaba hablando. Cuando dijo que "para el beneficio de la sociedad y la gente", me preguntaba cómo un arte marcial podría servir a este propósito, pero estaba dispuesto a aceptar y por eso respondi: "Sí, lo entiendo."
Luego, parado sobre el tapete del Dojo, las mangas arremangadas, mientras pensaba para mis adentros: "bueno, una vez que llegué hasta aquí, es mejor aprender una o dos técnicas", Sensei me dijo, "muévete e ataca." Entonces lo ataqué pero me caí. No sé si fue kotegaeshi u otra técnica, pero fue proyectado. Luego dijo: "Dame una patada!" Cuando traté fui nuevamente enrollado. "Ven y agárrame", dijo. Traté de agarrarlo en el estilo de Judo y de nuevo fui proyectado sin saber cómo. Mi camisa y mi pantalón se rasgaran. Sensei me dijo: "Ven a entrenar si quieres.” Y con esto salió del tapete. Sentí alivio de haber sido aceptado... "
El trabajo de Saito en los ferrocarriles fue un poco de suerte en lo que se refiere de practicar Aikido. Su horario de trabajo ( trabajan 24 horas y 24 horas de descanso) lo dejó libre para pasar mucho tiempo en el dojo de Ueshiba, y tubo autorización a participar en las sesiones entrenamiento de mañana, generalmente reservado para los estudiantes residentes. Estas sesiones de práctica matinal consistían en unos cuarenta y cinco minutos de oración ante el altar del Santuario de Aiki, seguido por el entrenamiento de armas, conforme el tiempo lo permitía (buen tiempo se practicaba afuera).
La pobreza que afectó a Japón durante esos años hizo difícil seguir la formación de los pocos estudiantes del dojo de Iwama. Uno por uno, obligados por las obligaciones familiares y laborales, fueron abandonando la práctica hasta que se quedaran muy pocos. Al ver la devoción y el entusiasmo de Morihiro con el entrenamiento, Ueshiba empezó gradualmente a confiar más en el para asuntos de su vida personal. Por último, sólo el joven Saito se quedó a servir al fundador regularmente. Incluso después de su matrimonio, su pasión para continuar la formación se mantuvo firme. De hecho, su joven esposa también comenzó a servir a la señora Hatsu Ueshiba, esposa de O’Sensei.
"Yo podía seguir ayudando porque estaba libre durante el día, a pesar de que estaba trabajando en la noche. Tuve mucha suerte de tener un trabajo, porque de lo contrario nunca habría sido capaz de continuar. Yo podría vivir sin recibir ningún dinero (salario) de O'Sensei porque recibía mi salario de la empresa de ferrocarriles de Japón.
Servir el fundador era muy duro, aunque sea solamente para aprender un arte marcial. Sensei abrió su corazón sólo a aquellos estudiantes que le ayudaron en los campos de sol a sol, los que se ensuciaban, los que lo masajeaban la espalda y los que le sirvieron arriesgando sus vidas. Como yo era útil para él, O-Sensei me lo enseñó todo de buena gana. "
En el final de los años 50, después de años de intenso entrenamiento bajo la tutela directa del fundador, el joven Saito era un hombre poderoso y uno de los principales instructores del sistema Aikikai. Él enseñaba regularmente en el dojo de Iwama en ausencia de Ueshiba, y se le pidia también para sustituir Koichi Tohei en su dojo en Utsunomiya, cuando este viajaba a Hawái para enseñar Aikido. En 1960 Saito también comenzó a enseñar semanalmente en el Aikikai Hombu Dojo en Tokio, siendo el único maestro, además del fundador, que se le permitió enseñar allí las armas del aikido. Sus clases eran las más populares en el Hombu y por muchos años, los estudiantes se reunían en Tokio el domingo por la mañana para la práctica de las técnicas de Saito con y sin armas.
Después de la muerte del fundador de el 26 de abril de 1969, Saito se convirtió en el instructor jefe de la Iwama Dojo y también en el guardián del templo de Aiki. Sirvió al Fundador devoción por veinte y cuatro años y la muerte de Sensei sólo fortaleció su decisión de hacer todo lo posible para conservar intacto el Aikido de Ueshiba.
La publicación de Saito en 1970, una serie de cinco volúmenes de manuales técnicos, titulado “Traditional Aikido”, ayudó a establecer su reputación como el mejor entrenador del arte. Estos volúmenes contienen cientos de técnicas, incluyendo las técnicas de Aikido armas (aiki ken y aiki jo) y las técnicas sin armas. El libro también introdujo un sistema de clasificación y nomenclatura de las técnicas del Aikido que es ahora ampliamente utilizado en todo el mundo.
Con los años, Saito ha establecido una amplia red de instructores que enseñan fuera de Japón el "estilo de Iwama Aikido," como fue bautizado de manera informal, su sistema de Aikido.
Aikido Iwama es sinónimo de técnicas de entrenamiento equilibrado de las técnicas de armas y sin las armas, a diferencia de muchas otras escuelas donde sólo entrenan técnicas de cuerpo a cuerpo.
Tal vez el éxito de Morihiro Saito como uno de los maestros más importantes reside en su actitud hacia el arte, su mezcla de tradición e innovación. A pesar de su compromiso de preservar el legado técnico enviado por el fundador, Saito ha demostrado una gran creatividad en la organización y clasificación de los cientos de técnicas de armas y sin las armas y las relaciones entre ellos. Además, desarrolló numerosos métodos de entrenamiento y prácticas basadas en modernos principios pedagógicos.
En la actualidad existe en el mundo del Aikido, una tendencia creciente de los practicantes de concebir el arte principalmente como un estilo de vida saludable, y en muchos casos, sin contar mucho la eficacia de la técnica. En este contexto, el poder y la precisión del arte de Morihiro Saito destacan pues, debido a sus esfuerzos y también de algunos otros maestros dedicados, el Aikido todavía puede ser visto como un arte marcial.
(1) (1) Fuente: Saito, Morihiro y Stanley A. Pranin. Takemusu Aikido: fundamentos y bases. Volumen 1